Presentar y desarrollar ambos conceptos es una tarea que presenta ciertas dificultades, siendo la más considerable la falta de un acabado conocimiento respecto a la disciplina de estudio. Por lo anterior, se abordará este ensayo desde el primer aspecto, o sea, en la presentación.
Otro aspecto que no puede quedar de lado es sobre la pretensión que pretende satisfacerse. Junto a una acuciosa investigación a diversos diccionarios (atendiendo especialmente a la etimología de cada concepto) y una relación entre los textos estudiados en el curso, se pretende por apaciguar una inquietud interna por esclarecer dos conceptos que resultan ser, en un primer estadio de conocimiento, equívocos por sí solos y muy similares entre ellos, sin dejar de lado la oportunidad que se presenta para hacer algunas apreciaciones personales que, si bien pueden ser imprecisas, obedecen a un deseo de expresión, aprendizaje y corrección.
Manifestar ambos términos, obliga a delimitar el campo de la ética y de la moral, de tal forma que nada, de lo propio de ellas, quede fuera. Siguiendo a Heidegger
[1] el camino en nuestra búsqueda es el de no desgastar la palabra en su uso contemporáneo, sino remontarnos al origen de ella; acercarnos a la determinación primigenia. Y ya esto es un problema de consideraciones.
El concepto que tenemos de ética tiene dos orígenes reconocidos. El primero de ellos, ἦθος, ἔθος es su reconocimiento como rama de la filosofía pura, donde se generan sus propias preguntas y respuestas; elemento de la totalidad (Scruton). Concentra su estudio en la acción humana, y como esta se relaciona con la moral, siendo una de sus principales ramas la axiología, cuyo enfoque es el estudio de los valores, sus consideraciones se centran en apreciaciones y juicios de valores (“lo estimable”). Sin embargo, la ética (como sujeto) puede ser enfocada también como “lo ético” (adjetivo), aludiendo a los hábitos propios de una persona ¿Debo salvar la vida de un niño, a pesar que mi propia vida esta en riesgo? Es una pregunta que puede ser respondida desde la ética, pero su formulación alude directamente a una evaluación de aquellas que tendrá el ejecutante de la acción, y que serán consideradas al momento de si llevarla a cabo, o no. Así, ethos ἠθικός nos transporta a las inclinaciones que pueden mover a las personas. Es la manifestación de un carácter, que no se construye desde la naturaleza, sino de la interacción el hombre con la comunidad. Alude a una teoría de cómo debe ser conducida la vida, ya sea según la virtud, satisfacción de intereses, ideales, etc. En síntesis, es el suelo de nuestra praxis (ἤθεα).
La palabra moral proviene del latín morālis, de mos, moris, que quieren decir costumbre. Aproximarse a este concepto requiere delimitar hacia donde nos dirigimos, ya que es tratado tanto por la filosofía como por la teología. Y no podía ser otra forma, ya que la moral se aboca en comprender el origen de los valores, su fundamentación y cognoscibilidad y validez correspondiente con la ética. Las acciones y actividades del hombre, como ser generador de actos voluntarios, son elementos susceptibles de valoración moral. Y es en este punto donde parece prudente rescatar la concepción mínima de moral que nos entrega Rachel al señalar que es un esfuerzo mínimo de guiar nuestra conducta por razones al tiempo que damos igual peso a los intereses de cada persona que será afectada por lo que hagamos
[2].
Si entendemos que la filosofía se desarrolla en varias ramas y disciplinas que, cada una en su contexto adecuado, buscan explicar la realidad y su sentido, en el campo de la naturaleza de los valores y sobre los juicios que se pueden formular a partir de estos, ἦθος se presenta como el vehículo para comprender ἠθικός de los actos humanos, siendo su objetivo esclarecer, reflexionar, fundamentar la conducta humana hacia la moral.
Sin duda alguna, y a partir de los primeros actos cometidos por el hombre primitivo, la repetición de estos fue generando una serie de actos que en su repetición en otros actos iguales crearon una serie de hábitos que generan la praxis de todo acto humano. Con la repetición constante a lo largo de la vida del hombre, se generan actos y hábitos que determinan actitudes. Así es como el mismo se va determinando a si mismo; la dinámica (δυναμικός) de este fenómeno- desde la psicología- establece un patrón común de caracteres de la personalidad ¿Pero serán estos comunes a todos los hombres?
Considerando que la repetición de estos hábitos en la vida de los hombres establece patrones comunes de personalidad, que se obtienen por niveles de apropiación inconsciente, no queda más sentenciar que deriva a un modo de ser que engloba sentimientos, costumbres y caracteres. Pero sucede que el acto cometido obedece a una interrelación con el medio en el cual se desenvuelve el hombre, y entendiendo que la Naturaleza se manifiesta de diversas formas en el mundo, no queda más señalar que no es posible establecer patrones comunes a todos los hombres. Podemos aproximarnos a la conceptualización de la palabra moral como el entendimiento del bien en general, y de las acciones humanas en orden a su bondad o malicia. Pero, aún así, la comprensión de estos dos últimos términos obedece a situaciones accidentales, más no semejantes de distintas realidades.
Ésta conclusión parece estar también de acuerdo con- en los lugares más diferentes de este mundo y en épocas muy diferentes de la historia- los profetas han mencionado aquellos patrones o normas morales, sin que haya una relación o interacción entre sí. Akh-en-Aton, Moisés, Confucio, Lao-tse, Buda, Sócrates, Jesús, han postulado normas muy similares entre si para la correcta y pacífica convivencia de las personas.